*En el Centro Histórico de la Ciudad de Xalapa, un estrecho pasadizo que por las noches se vuelve tenebroso y, según las leyendas, se aparece el demonio y la puerta al infra mundo
Javier Salas Hernández
Xalapa, Ver. – En la hora que precede al crepúsculo, el ambiente se torna pesado, denso, tal vez un poco tenebroso; en ocasiones, muy esporádicamente, una ligera neblina envuelve el lugar y los vecinos, de preferencia, se guardan.
Es el enigmático y colonial callejón Fray Bartolomé de las Casas, en pleno centro histórico de la ciudad de Xaslapa, donde la vox populi lo renombró como el Callejón del Infiernillo, pues -se dice- es la entrada al mismísimo infierno y donde frecuentemente se observa a El Diablo.
La leyenda urbana cuenta que cada vez que empieza a oscurecer, un velo misterioso envuelve el lugar, un sitio donde las casas casi se tocan entre sí. Es el paso peatonal empedrado más estrecho de la capital y tal vez por eso, el preferido del diablo. Ante una aparición no hay por donde escapar, dicen.
Se ubica entre Francisco I. Madero y José María Alfaro, con una longitud de no más de 500 metros, sin ningún punto de salida, solo los accesos principales a las casas.
La parte más angosta inicia en la calle de Madero, tan estrecho es que al extender los brazos se pueden tocar las paredes de lado a lado, y conforme se avanza se va haciendo más ancho hasta alcanzar poco más de dos metros en la salida a la calle Alfaro.
Cuenta la leyenda que ahí es la entrada al infierno, pues hace muchos años, una noche, un joven llamado Juan convivió con su amigo Pedro y al despedirse decidió adentrarse por el callejón para evitar dar toda la vuelta a la manzana.
En ese entonces, nadie se imaginaba que el lugar sería conocido como el Callejón del Infiernillo, hasta el otro día, después de la macabra experiencia de Juan se empezó a tejer la leyenda.
Juan caminada tranquilamente y sin preocupación sobre el callejón, tal vez en ese entonces poco iluminado. A lo lejos vio una silueta y conforme se acercaba a ella, la silueta empezaba a tener forma. De inmediato la mente de Juan puso que era y salió corriendo, no supo si el demonio lo persiguió, pero sí tuvo bien cierto que atrás de él se escuchaba una risa macabra.
Ahora, en pleno Siglo XXI cuentan que las personas han escuchado la risa macabra del diablo y nadie se aventura a transitar por el lugar a altas horas de la noche. Los vecinos de las casas sobre el callejón, si tienen la necesidad de salir en la noche, lo hacen acompañados, se niegan a ganarse un pasaje al infierno.